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jueves, 11 de noviembre de 2010

relato




Hace dos años, un amigo íntimo me pidió, como favor personal, que contratara a su hija para trabajar en mi empresa. Su novio ganaba poco dinero, y estaban teniendo problemas para hacer frente a la hipoteca del piso.
 La idea no me agradó, pues esta chica siempre me pareció una irresponsable y su formación a nivel de estudios es prácticamente nula. Sin embargo, accedí a la petición de mi amigo, y le ofrecí un puesto en un departamento de mi empresa. Acababa de terminar un cursillo de ofimática y de Windows, y en este puesto lo único que debía hacer era tomar pedidos e introducirlos en el ordenador.
 Al cabo de dos semanas tuve que hablar seriamente con ella. La chica era un desastre total. Se equivocaba absolutamente en todo, no hacía algo bien ni por casualidad. Llegó incluso a borrar una serie de ficheros importantes que nos resultó difícil recuperar. Le dije que la situación no podía continuar así, que iba a tener que despedirla y que no podía admitirle ni un error más.
 Esa misma noche, sobre las 9, estando yo en casa, me llamó al móvil y me dijo que quería hablar conmigo. Le dije que de acuerdo, que me dijera lo que fuera. Pero me dijo que quería hacerlo en persona, que quería verme, que necesitaba hablar conmigo en persona, que era muy importante para ella. Total, que al final accedí, y quedamos en vernos en la cafetería de un centro comercial.
 Cuando llegué, ya estaba ella allí sentada en una mesa y con las bebidas sobre la mesa. Me había pedido un cubata, y ella bebía una cerveza. Me empezó a contar su vida, cosas sobre el piso que habían comprado. Yo, sinceramente, casi ni prestaba atención a lo que me comentaba, quería que fuera al grano directamente, pero ella seguía hablando sin parar. Estaba hasta los cojones de escucharla, pero pedí otro cubata y otra cerveza para ella. Con la ayuda del alcohol podría soportar mejor la surrealista situación, pensé.
 Llegados a cierto punto, conseguí que me dijera por fin lo que quería. Ella me empezó a rogar que no la despidiera, que intentaría hacer las cosas mejor, que necesitaba el dinero, que su novio ganaba poco, etc. Yo le dije que estaba dispuesto a darle una oportunidad, pero no más. Después de un rato nos marchamos y me pidió que la llevara en mi coche a su casa, a lo que accedí.
 Al cabo de unos minutos de trayecto, cuando recorríamos la solitaria calle de un polígono industrial, me pidió que parara el coche. Extrañado, paré y de repente, se sacó las tetas y me pregunta ¿te gustan? Como os podéis suponer, me quedé sin saber qué decir ni hacer. Acto seguido me dice ¿quieres que te la chupe? Me quedé mudo, sin reaccionar, y entonces ella, con las tetas por fuera del top que llevaba, me bajó la cremallera, me sacó la polla y comenzó a mamar.
 En condiciones normales, estoy seguro que mi reacción hubiera sido otra y le hubiera recriminado su actitud, pero los cubatas que me tomé provocaron que yo me mostrara pasivo y la dejé hacer. Me estaba comiendo la polla y yo, que me estaba poniendo a tope, comencé a acariciarle las tetas. Entonces paró y me propuso ir a mi casa, a lo que accedí también.
 Allí en mi casa la follé como a una puta. Así de claro. Jamás había disfrutado tanto con una mujer, y mucho menos con una jovencita (tiene 19 años y yo 47).  Al terminar me dijo que si la seguía manteniendo en el puesto, podría follarla cuando quisiera. Yo, como hombre que soy, y además soltero, acepté. Más tarde, cuando estaba acostado y pensando en lo que había ocurrido, me arrepentí un poco, pero seguí adelante con lo pactado.
 A partir de entonces, solíamos quedar una vez por semana aproxidamente para follar. El cornudo de su novio no se olía nada porque éramos muy cuidadosos. Pero unos meses después, debido a un recorte de personal que tuve que hacer en la empresa, no me quedó otro remedio que despedirla. Sin embargo le conseguí trabajo como limpiadora en la empresa que se dedicaba a limpiar nuestras oficinas, y nuestra relación continuó. Aunque yo no le hubiera conseguido ese nuevo trabajo me la hubiera seguido follando, porque yo a ella le gustaba. Se lo pasaba (y se lo sigue pasando) bien conmigo. Yo follo mucho mejor que su novio, según ella.
 Y nuestra relación sigue a día de hoy. Nos hemos convertido en una pareja de amantes. Su novio sigue sin sospechar nada. Ella lo quiere mucho, la relación les funciona bien, y no lo va a dejar por mí, cosa que yo tampoco deseo, por supuesto.
 Lo único que me incomoda de esta situación es que es la hija de un amigo. De mi mejor amigo. Pero yo no puedo dejar de follarme a esta putita.





























































































































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